El Inconciente como la
Otra Escena: el concepto de heterotopía.
Cuando tenía aproximadamente
6 años, me llevó mi mamá a un cine “del
centro” y me mostró de paso el obelisco. Esa película, especial y distinta, no
la pasaban en nuestro cine de barrio. Y ese día se me amplió mi territorio.
Resultó pues que Mi centro, no era El
centro. Y a partir de ahí, todo cambió.
Pocos años después, al
terminar un arduo trámite para renovar un documento, momento que recuerdo con
algo de angustia (era en la época de la dictadura militar, y será por eso que
un simple trámite podía convertirse en un acto peligroso…) fuimos a una
confitería y para festejar me compró una
coca y un delicioso sándwich especial, especialmente delicioso como jamás había
probado. Y ese día se me ampliaron mis sabores. Y por ende mi mundo.
Así podría seguir enumerando
diversas situaciones en las que uno descubre un lugar, un sabor, una imagen,
absolutamente distinta, Otra, no solo distintas respectos a las otras, sino
incomparables respecto a todo lo anterior.
Leí hace poco algo así: que
la verdadera “revolución” – si pudiera así decirse- no es la que transgrede el límite al cual se opone (porque
en ese sentido está en relación a ese límite, dialoga contra él, lo reconoce)
sino la que lleva ese límite más lejos. Crea un espacio, otro.
Hay dos textos de Foucault:
“Utopías y heterotopías” y “El cuerpo
utópico”, que
surgen de dos conferencias radiofónicas pronunciadas por
él en 1966.
Esos dos textos tienen la particularidad de
producir en el lector como efecto -por lo menos a mi me pasó eso- el contenido mismo de lo que dicen. Es decir
uno no es el mismo antes y después de leerlo. Se amplió el mundo. El texto crea
en si mismo un lugar que antes no existía. Y de esto se trata el texto.
Foucault inventa
el concepto de herotopías. El dice que están las utopías, del
griego ou, 'no' y topos, 'lugar' (aquello que no tiene un lugar real), pero que por otra parte, hay lugares que son otros, contra espacios,
utopías localizadas.
Pone como ejemplos: el fondo
del jardín; o bien, un jueves por la tarde, la cama de los padres. Dice:… “es sobre esa gran cama que uno descubre el
océano, puesto que allí uno nada entre las cobijas; y además, esa gran cama es
también el cielo, dado que es posible saltar sobre sus resortes; es el bosque,
pues allí uno se esconde; es la noche, dado que uno se convierte en fantasma
entre las sábanas”. Son los cementerios, los asilos, los burdeles; están las prisiones,
los hospitales, los hospicios.
Serían lugares, espacios, que
están, pero de alguna manera en ninguna
parte.
Foucault también plantea que las
heterotopías tienen un sistema de apertura y cierre que las aísla del espacio
que las rodea, uno no entra así como así, ni sale tal cual uno entró, se trata
de una especie de iniciación, de luna de miel.
Habría en cambio otro tipo de
heterotopías que si bien abiertas para todos, una vez que uno entró, se da
cuenta que es una especie de ilusión, y que uno entró afuera, lo cual de por sí
es extraño. Mi hermana me contó que en un viaje por America, no recuerdo en qué
país, preguntó en una estación de ómnibus si podían
decirle donde estaba el baño de damas. A lo cual cordial y respetuosamente le
señalan una puerta por la cual, al
traspasarla se llegaba a un gran terreno baldío en el que una hermosa mujer
hacía sus necesidades apenas sentada tapada por su propia amplia pollera
acampanada.
Habría otras heterotopías que
por el contrario uno no se da cuenta que entró al centro mismo del misterio.
Como si uno se va simplemente a dormir la siesta, y resulta que -como en una
película de Buñuel- al despertar, se
levanta un telón y miles de espectadores esperan que uno comience con el primer
acto.
Podemos ubicar también al
inconciente como una heterotopía.
Porque es indudable que está, o
más bien que acontece pero… ¿donde? ¿Cuándo?
La alucinación, los sueños, los
síntomas, el análisis…El efecto de sorpresa que uno de pronto puede encontrar
en algunas intervenciones podemos pensarlo también, como un franqueamiento de
una puerta, pasaje a una heterotopía.
Sorpresa en el sentido que hay un plus en ese efecto, un chiste que provoca más
risa de la uno esperaba…
El juego del análisis con los
niños, o simplemente el juego de los
niños crean espacios misteriosos.
Recuerdo el caso de una niña con
serias dificultades para poder separase de su madre, comienza a armar un juego
en el consultorio en el cual hacía que bajaba una escalera y me llamaba como si
estuviera lejos, y tan lejos estaba que no me escuchaba a pesar de mis
intentos. Pero entonces subía otra vez la escalera, abría una puerta, no sin
antes probar con varias llaves, y felizmente nos encontrábamos para separarnos
una y otra vez.
-
Donde estas? Me
preguntaba como desde lejos.
-
Acá, arriba.
–respondía yo.
-
Como decís? No te escucho!!Arriba de qué?
-
De las escaleras.
-
De qué? No logro
escucharte…Ahora bajo las escaleras…Esperáme que voy.
-
Pero estoy
arriba, mejor subí. Si no vamos a estar más lejos…
-
No escucho
bien…Bueno, bajo, ya voy.
Y por arte de magia nos
encontrábamos igual, abrazándonos una y otra vez, para volvernos a separar.
Acaso las heterotopías hablen de eso, de alejarnos a lugares
cercanos y acercarnos a lugares lejanos para poder recobrar lo perdido y en ese
mismo acto perder lo encontrado, nos ayudan así a sorprendernos, es decir a hacer
el amor.
La constitución del sujeto
heterotópico. El cuerpo.
En principio Foucault plantea
que el las utopías surgen para borrar el cuerpo propio. Opone Cuerpo vs.
Utopías. Las utopías, bellas y siempre jóvenes contra el cuerpo, lugar al que estamos condenados a habitar
aunque no nos guste. En las utopías, como en las fantasías los cuerpos son los
que nos guste tener, son cuerpos que se transportan en alfombras mágicas,
cuerpos de hadas y de duendes, las cosas no se gastan ni ensucian, los encuentros
son siempre encuentros, no hay impuntualidad, ni malos entendidos.
Sin embargo cuantas veces
sufrimos penosamente nuestro cuerpo, ya sea cuando no somos los elegidos, cuando
la fiebre no nos dejó ir al primer baile de la escuela, o peor aun…cuando un dolor se hace
oír y nos recuerda que nuestro cuerpo no es solo el que vemos, sino el que
necesitamos no sentir su presencia para poder vivir.
Es decir que para bien o para
mal el cuerpo no desaparece por completo. Foucault reconoce entonces que el cuerpo
no es plausible de ser anulado por las utopías. Pero tampoco es plausible de
ser encontrado en forma absoluta. Ya que él mismo es una utopía. Nunca es
posible asirlo del todo. Siempre escapa al menos una parte del cuerpo.
En este punto quería hacer algunas
precisiones.
Cuando Foucault habla del cuerpo
como lo opuesto a la utopía, está pensando en el cuerpo “real”, en el cuerpo
fragmentado, cuando vemos un pequeño
granito en nuestro pómulo izquierdo, minutos antes de ir a una gran fiesta, ya no
nos vemos como una unidad, con vestido largo o con frac. En cambio, somos también
el granito que se hizo
gigante recortándose de nosotros mismos y desde el espejo cual un monstruo espantoso Él nos mira a
nosotros extrañado.
Por otro lado cuando nos
habla del cuerpo como utópico, nos habla del cuerpo
simbólico/imaginario, de la imagen – la superficie - que tenemos de nosotros
mismos pero también de nuestro volumen, de
nuestras formas y de nuestras palabras, nuestros nombres…
Yo diría que una manera de pensar
la constitución de sujeto sería la
operación que permite pasar de un cuerpo al otro y a su vez que posibilita
escapar al menos esporádicamente no solo del otro, sino de nosotros mismos. Esa operación la ubicaría
como la posibilidad de construir una heterotopía, es decir un lugar otro, pero en nosotros mismos.
Cuerpo que puede arreglárselas de una u otra forma para no
estar del todo aquí y ahora. Pero que además aprendió a pararse y a levantar la
mano para decir en el momento oportuno “Presente Señorita” o “May I go to the bathroom?”Según la situación
lo requiera.