jueves, 2 de febrero de 2012

El Un (no) embuste.


Lacan, si bien plantea una vuelta a Freud, nos deja en esa operación  un vuelto, un sobrante: lo nuevo.
En cada repetición, hay siempre una novedad a la espera de ser leída, de ser subrayada.  En eso se diferencia  la mera reproducción de lo mismo,  de la repetición que a diferencia de la reproduccion, la repeticion llama a  lo nuevo.
Si bien lo que suele suceder  es que a lo nuevo  se intenta neutralizarlo, lo que provoca entonces una vuelta hacia atrás, piruetas de la neurosis y por qué no de las teorías.
El problema de las vueltas que da el neurótico para postergar su meta, no son las vueltas en si mismas, -ya que todo camino lleva a Roma aun con cierta mora (ya que Roma puede trasformarse en amor )-, el problema es que  el neurótico cree que esas vueltas  son en redondo, cree que gira en redondo , pero  siempre hay una diferencia por mas minima que sea, que de poder registrarla lo acercaría de algún modo a lo que busca.
En cambio si el solo gira en redondo, sin advertir la diferencia entre vuelta y vuelta,  lo que busca siempre queda, no en el mismo lugar, como seria el caso de una calesita,  la diferencia existe pero en vez de acercarlo a su meta, la aleja: magia del inconciente. Y ahí si que roma le resultará  lejana e imposible…
Entonces ese “retorno”, yo lo sintetizo en el pasaje del inconciente como el  Unbewuste  Freudiano hacia l’une-bevue Lacaniano.
Lacan al así nombrarlo subraya el matiz del inconciente como desliz, como el corte, como el vacío entre la causa y el efecto, el traspié del discurso, error que no puede ser corregido, ya que no hay 2 caras  opuestas falso/ verdadero.
Traspié, que a partir de una supuesta mentira dice la verdad a medias, sin aclarar que mitad es cada cual, ni en qué idioma habla.
Así como nos perdemos en el chiste de Cracovia, y ya no sabemos no  solo adonde quería ir ni quien era el engañado o engañador.
Recuerdo otro chiste que contaba mi padre, parte del chiste era contarlo como si realmente hubiera ocurrido : una mujer alemana hablando un castellano mezclado con el alemán sube a un colectivo 60 y le pide al chofer que le avise cuando se tenga que bajar en la calle Junín. Unas paradas más adelante sube otro pasajero y le pide un boleto hasta la calle Junín.
Al rato el colectivero grita “Junín”! La Alemana no sabemos por qué no se da por aludida, y cuando se baja el pasajero. ésta se acerca muy enojada al colectivero y le recrimina sintiéndose presa de una injusticia:
Yo Junín , no Junín, él Junín, si Junín.
Donde no sabemos si ella finalmente quería ir a Junín o no, si el colectivero le aviso a ella o no… en fin …chistes áleman ( con acento en la a).
No es solo el contenido de lo que se dice sino a quien se dirige el que habla, y quien se da por aludido.
“Volviendo”.
Podríamos entonces pensar al inconciente lacaniano en castellano como el un(no) embuste. Haciendo hincapié en esta mentira verdad, que no nos aclara donde esta la verdad y donde no, ya que no esta la respuesta en el contenido de lo que dice sino básicamente en quien habla y a quien se dirige.
Como dice la canción  del grupo llamado  justamente Divididos: Que ves? Que ves cuando me ves? Cuando la mentira es la verdad” . No sabiendo  quien es visto y quien ve.

Como cuando Freud nos dona su articulo La negación, y nos transmite que el no es la marca de lo reprimido. El unno embuste, nos advierte entonces que puede estar allí cierta verdad a condición de ser negada, con la paradoja que cuando se dice, se afirma,  se pierde como tal, o más bien se transforma y vuelve a escapar.
Entiendo yo que el saber que se obtiene en un análisis, que no es acumulación de conocimiento para cualquier situación, sino cierta posición que nos ayuda, algunas veces a saber hacer en determinada circunstancia, pero he aquí lo distinto, corre al mismo tiempo el campo de lo desconocido.
Cada vez que sabemos hacer allí, paradojalmente se amplia lo desconocido, no por arte de magia, sino que es que cada vez que ejercitamos ese saber hacer, nos animamos a ver un poquito mas allá, podemos ver lo que hasta ese momento no nos animabamos a ver: la diferencia, la otredad, el otro tal cual es.
Lacan nos aclara que el inconciente no es ontico, sino ético. Se trata de una pulsación temporal, de una recuperación siempre engañosa.
Es decir que el análisis no permitiría conocer lo desconocido para la conciencia, agotando el Unbewuste, ni tampoco cometer menos traspiés, menos meteduras de  patas, acabar con las bevues.
Sino poder percibir sin tanto temor las nuevas verdades que surgen cuando podemos leer los malos entendidos que nosotros mismos producimos, y que las mas de las veces el  ojo ajeno suele ser el espejo del nuestro.  Dejar de hacernos la paja y poder finalmente ver a los otros que amamos tal cual son.