lunes, 29 de octubre de 2012

Epifanema: La calesita me da vuelta.

Ese sábado,  como era habitual,   llevó a su hijo a la calesita. Disfrutaba mucho esos paseos.
Recordaba su propia niñez, las salidas esporádicas con su propio padre.
Le compró  la bolsita con pochoclos. Se compró los higos en almíbar ( buena ocasión  para burlar a su dieta cuidadosa y medida).
Ayudó a su hijo a subirse al autito rojo, que tanto le gustaba manejar.
Se sentó en el banco de cemento, pintado de azul, especial  para saludar una y otra vez a su hijo cuando pasaba por delante . Qué placer, qué sonrisa, esos encuentros eran únicos!
La calesita arrancó, Manuelita, seguía viviendo en Pehuajó.
Sin embargo, su hijo, no saludó en la primera vuelta, entretenido, en diálogo con otro nene que viajaba en su auto rojo.
Mordió un higo, mientras lo llamaba a su hijo.
Su "chau", no fue respondido esta vez, ni a la siguiente vuelta.
Recién al dar algunos rápidos pasos girando al lado de la calesita el niño levantó sorprendido la cabeza y al fin llegó la esperada respuesta, la sonrisa habitual.
Y sintió con alivio el sentimiento de la tierra girando alrededor del sol.