lunes, 17 de octubre de 2011

Epifanemas: ni epifanias, ni poemas


Respeto
El chiquito estaba por subir las escaleras mecánicas del subte, tendría unos 4 añitos como máximo. Vestía prolijo y  llevaba puesto un sombrero con visera color azul a la moda.
Estaba acompañado por su madre, una mujer joven, de cabello corto, quien estaba embarazada.
Antes de subir el hijo le dice a la madre que tiene mucho miedo de subir por esas escaleras. La madre, sin darle demasiada cabida, le contesta como si nada, que ella tiene también  miedos… y le da fuerte la mano.
El chico con la mano libre se saca su pequeño sombrero, y con el gesto de un hombre, lo pone sobre su pecho, como en señal de respeto, como si entrara a un lugar prohibido.
Y allí fue la primera vez que deseó la existencia de Dios.


El barco

Ella  veía  partir el enorme barco, lentamente, en un enorme puerto, repleto de gente que saludaba sin parar y de valijas que en aparente autonomía  iban y venían.
Creyó a los lejos, en una de las ventanas del enorme monstruo distinguir la figura de su hermana mayor que la saludaba con un pañuelo bordó mientras se alejaba (para no volver).
Y entonces comprendió, subitamente, que ante determinadas circunstancias de la vida, uno está solo, absolutamente solo.



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