Yo creo, estoy casi segura,
que si el chico de remera rayada
sentado al lado de puerta
ese que lee ávidamente el
libro ( ¿de amor?)
Al terminar el capítulo IV
doblara firmemente el ángulo
izquierdo de la hoja
( no hay mejor señalador!)
Y apoyara dulce pero
decididamente
Su mano (derecha)
-Señores pasajeros, tengan ustedes muy buenas tardes.
Voy a distraer 2 minutos de su amable atención…
sobre la pierna (izquierda)
de la señorita
de zapatos azules y bolso
tejido
ella – en esto la señora
gorda también estaría de acuerdo-
lo besaría y le diría que si,
que jura amarlo para siempre
sin importarle ni siquiera
por un segundo
que la estación Carlos
Pelegrini ya pasó hace rato
y que ya no podrá hacer la
combinación con
Línea C
-los tres pares de medias por 10 pesos.
Señoras y señores.
Y entonces
el señor de jogging y ojotas
afirmaría con voz firme:
“los declaro marido y mujer”
Y todos nosotros , los
pasajeros
Tiraríamos arroz.
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